Mujer sensible, de ojos grandes y marrones, de buen gusto, puntual y presumida.
Yolanda era pintora y tenía aversión por la ceguera - sobre todo la mental e ideológica. Le parecía que todos los fanáticos, de mirada oscura y obscena, la miraban mal, murmuraban de la pintora.
Yolanda se apasionaba por los pájaros. Tenía mirada aérea. De águila.
Combatió el ejército del mal: contra la fealdad, la belleza; contra el capricho, la justicia; el orden, contra la anarquía.
Le hizo la guerra a los facilitones. Mejor el desafío que la limosna.
Yolanda se fue hace dos años. Corren los minutos, (un adverbio). Corren las horas de sesenta minutos. Las semanas de siete días. Los años bisiestos, los lustros, los decenios.
¡Qué buena pintora es Yolanda Pineda! Yolanda se sintió entonces como hecha de miel y de leche, que son más dulces que la sangre.
Aunque nunca se autorretrató (adoraba los autorretratos de Picasso y de Bacon), yo creí ver su rostro en un museo de Berlín. En el retrato "Junge Spanierin" (joven española), del pintor alemán George Grosz.